

El boom de alarmas comunitarias en Santa Fe: cómo funcionan y ¿logran disuadir el delito?
SANTA FE

La situación de inseguridad que padece la ciudad de Santa Fe está obligando a los vecinos a buscar soluciones agrupadas y en conjunto. Y la más elegida viene siendo la opción de las alarmas comunitarias: es que según datos del municipio, en la actualidad hay 338 alarmas activas en toda la capital. En 2020, había 144, con lo cual en tan sólo tres años el incremento en la instalación de estos dispositivos disuasivos y preventivos del delito fue de casi el 135%.
"Al día de hoy sigue habiendo pedidos de alarmas comunitarias, continúa creciendo", confiaron a El Litoral fuentes del gobierno local. El boom de las alarmas vecinales encuentra entonces su explicación en "la confianza que generan y la utilidad que le dan a los vecinos como una herramienta disuasiva más. Las valoraciones son positivas en cuanto al uso y monitoreo", aseguraron desde el municipio.
Las alarmas comunitarias son dispositivos tecnológicos sonoros y lumínicos que se ubican en las esquinas. Son los vecinos quienes afrontan los costos de adquisición -pedido formal previo y tras reuniones operativas y de asesoramiento con el municipio en los centros de distrito-, y es el Gobierno local quien asume el posterior monitoreo. Hay cuatro proveedores de alarmas habilitados en la ciudad.
Los costos pueden oscilar hoy entre los 340 y 350 mil pesos, incluyendo la instalación del sistema con la sirena, los reflectores y los llaveros, supo este diario. Uno de los proveedores vende el dispositivo a unos 330 mil pesos la alarma (con la sirena y tres reflectores) y los llaveros salen 7.200 cada uno. Cada vecino compra la cantidad de llaveros que quiere, y cuantos más vecinos sean los que se sumen, más barato le sale al conjunto de personas.
Funcionamiento
Se instalan en las esquinas y ofrecen tres funciones: "Lumínica" (reflectores instalados en la alarma); "Sonora" (bocina que tiene instalada la alarma), y "Botón de Pánico". "En este último caso, se da aviso al centro de monitoreo, pues al tener la alerta del botón de pánico se procura hablar con el vecino que la activó, mientras se llama inmediatamente al 911", explica a El Litoral Fernando Peverengo, secretario de Control municipal.
El radio que abarca una alarma comunitaria es de unos 400 metros: tiene cobertura en forma de cruz (para graficar, cuatro cuadras). Un usuario activa el dispositivo mediante el llavero, y así se encienden las luces, la sirena sonora o el botón de pánico. Cada vecino que se suma al sistema debe adquirir uno de estos llaveros para acceder a la activación de la alerta ante una eventual situación delictiva o de violencia en la calle.
El asesoramiento a los interesados por parte del municipio se da desde los centros de distrito. A través de reuniones informativas se hace saber el funcionamiento, costos y posibles proveedores que posteriormente eligen libremente los vecinos. "A diferencia de las alarmas comunes o caseras, las comunitarias no tienen costo en cuanto a su monitoreo", subraya Peverengo.
"En los barrios en los que está presente la Guardia de Seguridad Institucional (GSI), como Fomento 9 de julio, Roma, barrio Sur y Mariano Comas, ante una activación de alarma, va el móvil de la GSI, mientras se establece comunicación con el centro de monitoreo para tener información sobre la situación, a los fines de evaluar riesgos", agregó el secretario, al tiempo que aseguró que las alarmas son "herramientas prácticas y útiles para los vecinos pues a través de acuerdos entre ellos, se forman comunidades que procuran lograr tener mayores elementos disuasivos".
La alarma es de un único pago, no tiene mantenimiento mensual y la batería se cambia cada dos años. El problema se da, de acuerdo a varias fuentes consultadas, en que activa la alarma sin querer, de forma involuntaria. Con los llaveros hay que tener la precaución de que no se mojen ni se caigan. Otro factor importante es que esté bastante podado el arbolado de la zona y que no haya tantas edificaciones; esto ayuda a que la alarma comunitaria tenga más alcance.
Un testimonio
María Belén es una joven que, junto a otros vecinos, están gestionando la instalación de una alarma comunitaria en el sector del barrio céntrico donde vive. La vecina narra que hubo un detonante que llevó a establecer contacto con sus vecinos e iniciar la solicitud de asesoramiento para la instalación de este dispositivo.
Ese detonante ocurrió "una madrugada en que un vecino que vive en una planta alta enfrente de mi casa nos llamó. Había escuchado ruido en su terraza, se había encerrado en la pieza y llamado al 911. Nos pidió a mí y a mi marido que le dijéramos si habíamos visto a alguien. A la semana siguiente le quisieron entrar a la dueña de una despensa, a la noche, al lado de nuestra vivienda", contó a El Litoral.
Pero además "están los cuidacoches merodeando, los cuales conocen los movimientos de cada vecino. Por ejemplo, una vecina de la vuelta de casa ahora no está usando el garaje. Entonces quienes cuidan vehículos le preguntan si le pueden usar el garaje, y cuando vuelve caminando le preguntan dónde dejó el auto… Es decir, son ojos desconocidos que nos tienen muy controlados en nuestros movimientos. Eso sin descontar la oscuridad que hay en la calle", advirtió María Belén.
Opinión: "A más alarmas, menos recursos del Estado en seguridad"
La proliferación de las alarmas comunitarias es, para Susana Spizzamiglio, referente de la Red de Vecinales por la Seguridad de Santa Fe, "la respuesta del ciudadano común de poder guarecerse, como en los viejos tiempos de la humanidad. Cuando llovía y se le tenía miedo a los truenos, los neardentales corrían a las grutas y cuevas para resguardarse de lo que desconocían. Y de la misma manera, como en esas épocas primitivas, ahora también la gente multiplica la seguridad dentro de su casa o en la cuadra. Alarmas de todo tipo han proliferado".
Esto también es, para la vecinalista, una reacción del ciudadano ante la inacción del Estado. "Volviendo a la comparación con la fase primitiva de la evolución humana, todo nos lleva a considerar que no nos queda otra que resguardarnos con alarmas comunitarias, con el boca a boca, en grupos de WhatsApp, donde se comentan todos los robos de una cuadra, como si estuviéramos a la buena de Dios y ayudándonos entre nosotros. Es guarecerse del 'enemigo' que viene 'en busca de', como en los viejos tiempos", graficó.
"Mientras haya más alarmas comunitarias, es menor la inversión estatal en recursos humanos y tecnológicos por parte del Ministerio de Seguridad. Porque, al haber cada vez más un blindaje de alarmas, ante la desesperación del vecino que piensa que no llegará vivo a su casa después del trabajo, la otra cara de la moneda es que los estamentos estatales retroceden: dejan de dotar de mayor inteligencia a las fuerzas de seguridad para anticiparse al delito", fue la cruda opinión de Susana Spizzamiglio.
"Hay mucha zozobra hoy en los vecinos de que no le desvalijen la casa, aún con las alarmas comunitarias y aún teniendo la GSI. Se sigue trabajando sobre las consecuencias, y no sobre las causas del delito y la inseguridad", cerró.
Fuente: El Litoral



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