


Cada vez es mayor el consenso existente acerca de la multiplicidad de fenómenos que pueden ocasionar escenarios de inflación. Casualmente, fue un informe publicado por el Fondo Monetario Internacional a mediados del corriente año el que pateó definitivamente el tablero en este sentido. Tal es así que, lejos de posicionar a los aumentos salariales (o intentos de recomposición del poder adquisitivo) como argumento central para explicar la suba generalizada de precios, como sucedía tradicionalmente, este pone foco en la evolución de las utilidades empresarias.
Precios e ingresos
La pandemia y el conflicto armado entre Rusia y Ucrania dieron lugar a incrementos en los costos de las importaciones, principalmente, en lo referido a energía. Esto terminó por generar inflación en la región europea y, con posterioridad, en el mundo en general.
Los hallazgos recientes del FMI indican que las ganancias empresarias se ajustaron al alza con mayor velocidad que los salarios y otros costos productivos, constituyéndose en el factor explicativo de casi la mitad de la suba de los precios en Europa en estos últimos años. El organismo denominó a este comportamiento como “avarinflación”.
Dado que la respuesta de las utilidades frente a los shocks en los costos fue considerablemente mayor a la de los salarios, las empresas estuvieron más resguardadas que los trabajadores, cuyas remuneraciones en términos reales disminuyeron. De esta manera, mientras que la inflación promedio de Europa en 2022 fue del 9%, los salarios se incrementaron un 5% y las ganancias lo hicieron en un 11%. En vistas de esta dispar distribución del ingreso, se espera que los salarios busquen una recuperación en sus negociaciones. Y, frente a este escenario, el FMI se pregunta si las firmas estarán dispuestas a desacelerar el aumento en sus utilidades para que sean compatibles con la recuperación de los salarios reales.
Fenómenos locales
La dinámica descripta no resulta ajena a la economía argentina. Nuestra compleja macroeconomía, teñida por la inercia inflacionaria y el derrotero cambiario alcista, es permeable a los escenarios especulativos.
En los últimos dos años, la inflación se ubicó muy por encima de la depreciación del peso. Mientras que en 2022 la inflación rondó el 95% y la devaluación el 34%, los salarios se incrementaron un 81% y el excedente un 72%. Si bien las ganancias se incrementaron en menor medida, su participación en el valor agregado bruto fue del 45,3%, es decir un 1,5% mayor que los salarios (43,8%). En 2021, la suba de precios ascendía al 51% pero la devaluación fue del orden del 39%. Durante ese año, los salarios aumentaron en promedio un 53% y las ganancias lo hicieron en un 85%. Sin embargo, al tiempo que las ganancias explicaron el 47,1% del valor agregado bruto, los salarios lo hicieron en torno al 43,1%.
A lo largo de los cuatro años del macrismo, la participación del salario en el valor agregado pasó del 52% al 46%, mientras que la ganancia se incrementó del 40% al 42%. También encontramos que en 2018 y 2019 se produjeron dos de las peores devaluaciones de la historia reciente, del 70% y 72%, con un fuerte traslado a precios del 47,6% y 53,9%, respectivamente.
De cualquier forma, la inflación derivada de las modificaciones en el tipo de cambio, particularmente frente a un contexto de restricción externa, no es novedad en Argentina. Ya desde la imposición del modelo de valorización financiera de la última dictadura militar en 1976, se observa un proceso de endeudamiento externo y fuga de capitales, que desencadena en Argentina una serie de procesos altamente inflacionarios, en claro detrimento de los salarios.
Actualmente, la elevada volatilidad cambiaria y de precios, constituye una delicada situación para la economía argentina. Esto perjudica a las grandes mayorías, a la vez que termina siendo aprovechada por algunas minorías, como el reciente caso de los dichos desestabilizadores de un candidato a presidente, con su consecuente impacto en el aumento del tipo de cambio para promover su idea de dolarización.
Dolarización
No es la primera vez que surge la dolarización como mecanismo infalible para detener las subas generalizadas de precios. Ahora bien, dolarizar significa que los pesos serán cambiados por dólares, pero de acuerdo a la paridad vigente. Cuanto menor sea la cantidad de dólares con respecto a los pesos, mayor será el tipo de cambio. Así, todos los precios (incluidos los salarios) se expresarán en la moneda estadounidense, pero a un valor nominalmente menor.
Esto no implica la eliminación de la inflación, sino que promueve que la economía se reconfigure partiendo de salarios congelados que comprarán menos bienes y servicios que antes de la devaluación, en un contexto donde los precios aún tendrán margen para subir y donde el Gobierno tendrá muy pocas herramientas para intervenir y corregir precios relativos.
* Para www.ambito.com




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