

Luego de un multitudinario funeral, el papa Francisco ya descansa en la basílica de Santa María la Mayor
INTERNACIONALES Paola Bruni*
Descanse en paz, Francisco. No ha pasado ni una semana desde que ofició su última misa, la de Pascua, y se acercó a saludar a los fieles congregados en el Vaticano con sus últimas fuerzas, y su recuerdo sigue siendo intenso. El mundo enterró hoy a un papa cuya misión fue sacar a la iglesia a la calle, “siempre atento a los marginados de la sociedad”, cerca de la gente, de los refugiados.

Y es en la calle donde los centenares de miles de creyentes y no creyentes (el Vaticano afirmó hubo al menos 200.000 asistentes) pasaron la noche en vela y despidieron este sábado al pontífice en una multitudinaria ceremonia que empezó en la plaza de san Pedro y finalizó en Santa María la Mayor. “Llevo despierto desde las 3:30 am”, decía un peregrino voluntario que ayudaba a los asistentes a colocarse en la plaza para despedir al pontífice, antes del comienzo de la ceremonia.
El funeral, oficiado por Giovanni Battista Re, se convirtió también en una cumbre política incómoda en la que coincidieron Donald Trump con Volodímir Zelenski —que no se veían desde el turbulento encuentro en La Casa Blanca—, y con la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, en plena negociación por el caos arancelario. Hubo ocasión incluso para que Zelenski y Trump se reunieran brevemente en el interior de la basílica De San Pedro antes del funeral, prometiendo encontrarse de nuevo por la tarde para tratar de avanzar en un acuerdo de paz en el conflicto bélico con Rusia.
Pero, encuentros bilaterales aparte, desde el Vaticano no quisieron quitarle protagonismo a la despedida del pontífice, que fue solemne, emotiva —muchos de los asistentes lloraban en la plaza de San Pedro— y sencilla, siguiendo los deseos de Jorge Bergoglio.
Entre los asistentes, hubo decenas de líderes internacionales: en las primeras filas destacaban Trump, Emmanuel Macron, Zelensky, los reyes de España, Felipe VI y Letizia, que encabezaban la delegación española, además de Javier Milei, el presidente de Argentina, junto a la delegación italiana liderada por Sergio Mattarella y Giorgia Meloni.
Entre los mandatarios latinoamericanos, también estuvieron el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, el ecuatoriano Daniel Noboa, el dominicano Luis Abinader y la hondureña Xiomara Castro.
“La cultura de la fraternidad”
Durante la misa, el cardenal Battista Re recordó la misión de Francisco como guía de una iglesia que él consideraba como un “hospital de campaña”, siempre al lado de la batalla. A la “cultura del descarte”, él imponía la cultura de la fraternidad y la misericordia, ya que aseguraba que “ninguno se salva solo”. Sus palabras y el recuerdo de la insistencia de Jorge Bergoglio por la paz arrancaron aplausos entre la multitud, congregada en un respetuoso silencio bajo el sol de Roma desde varias horas antes.
“No os olvidéis de rezar por mí”, decía siempre Francisco. “Y ahora te pedimos que reces tú por nosotros, como el domingo pasado en esta basílica, en un largo abrazo a toda la humanidad”, exclamó Re, encargado de oficiar esta misa por las exequias del papa y cardenal no papable debido a su edad (91 años).
El largo adiós del papa Francisco
“Con dignidad, pero como todos los cristianos”: los últimos deseos de Francisco se cumplieron este sábado. Tras la misa, su cuerpo atravesó los muros vaticanos en un cortejo fúnebre que lo guio por todo el corazón de Roma hasta su destino final.
El féretro abandonó la plaza de San Pedro poco después del mediodía y se trasladó en el papamóvil, acompañado por un pequeño cortejo fúnebre, hacia la Basílica de Santa María La Mayor, donde fue inhumado. El ataúd del papa viajó en un vehículo abierto, para que los fieles que se congregaron en el recorrido, en las calles de Roma, pudieran ver el féretro y despedirse del pontífice. Tras 30 minutos de trayecto, la sepultura llegó al nicho de la nave lateral de la basílica liberiana, entre la Capilla Paulina y la Capilla Sforza, donde se colocó después del canto de cuatro salmos y cinco intercesiones.
Sobre el féretro, se imprimieron los sellos del cardenal camarlengo de la Santa Iglesia Romana, Kevin Joseph Farrell, de la Prefectura de la Casa Pontificia, de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Romano Pontífice y del Capítulo Liberiano. Una vez concluidos estos gestos, se colocó el féretro en el sepulcro y se roció con agua bendita mientras se entonaba el Regina Caeli. Y así se puso punto y final al funeral.
Más que nunca, se puede hablar de que su funeral fue una representación del mundo, con dignatarios de más de 160 países, pero también con la presencia de “los últimos”, los marginados, que lo recibieron en la última parte del camino.
Bajo una losa de mármol de Liguria, la tierra de sus orígenes italianos, descansa el pontífice que vino del fin del mundo, el primer papa latinoamericano de la historia, para crear el sentimiento compartido de una iglesia que pertenece a todos.
* Para www.infobae.com




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